jueves, 3 de enero de 2013

Un texto de Cecil Adams de la columna The Straight Dope

Les pongo acá el inicio de un texto de la columna The Straight Dope de Cecil Adams sobre el cuento popular y donde leer la nota completa:


"While Gaiman clearly has a way with a yarn, no, he didn't invent the take on "Sleeping Beauty" you read - it first saw print about 375 years ago. And yeah, I guess it is sort of creepy, if you're the kind of person who finds necrophilia and cannibalism creepy."

El resto de la nota se puede ver acá:

http://www.straightdope.com/columns/read/2731/and-they-lived-happily-never-after



jueves, 22 de septiembre de 2011


Los cuentos de hadas, entre el desprestigio y la libertad


Ilustración del siglo XIX para Las preciosas ridículas
En una de sus célebres cartas sobre la vida en la corte de Versalles que data de 1677, Madame de Sévigné se divirtió narrando uno de los pasatiempos típicos de las damas de su medio: contar historias plagadas de hadas y princesas encantadas, que a pesar de ser criadas por campesinos o pastores no perdían un ápice de su belleza ni de su delicadeza. Estos cuentos, bagatelas absurdas y fantásticas, carecían de prestigio literario y contrastaban profundamente con las tragedias de tema clásico de los grandes autores del siglo del Rey Sol.
Los cuentos de hadas estaban emparentados con un estilo que causaba horror en Francia: el Barroco, y su variante nacional extrema, el preciosismo. Este ensalzaba la exquisitez como valor supremo y tenía como enemigo principal al ridículo. Por eso Molière tuvo tanto éxito con Las preciosas ridículas: “El estilo precioso –dice allí un personaje– no sólo ha infestado París, sino que también se ha extendido por las provincias, y nuestras ridículas doncellas han absorbido su buena dosis”.
Pero hubo que esperar hasta la última década del siglo XVII para que los cuentos de hadas se pusieran realmente de moda, marcando así una tendencia que siguió a lo largo del siglo XVIII.
El estilo en el que fueron escritos los cuentos reflejaba fielmente los valores cortesanos: había en ellos poemas barrocos, descripciones detalladísimas de los vestidos, las joyas, los bailes, los palacios, los banquetes, los postres, los chismes, los mohines, los absurdos y las formas de comunicarse de los cortesanos. Las hadas vivían en palacios de cristal cortado y volaban en carros tirados por cisnes, dragones o serpientes. La falta de clase y estilo al vestir y comportarse era peor que la misma fealdad, y pasaba por ser un verdadero defecto moral.
Uno de los cuentos que sigue fielmente esta tendencia es “Gracieuse y Percinet”, de Mme. d’Aulnoy, la pionera del género. En el cuento, un rey se casa en segundas nupcias con una mujer coja, jorobada, tuerta, gorda y cubierta de acné, pero riquísima, por lo cual el rey no tiene inconveniente en dejar que torture a su hija, la princesa Gracieuse, de todas las maneras imaginables.
Lo destacable es que la princesa prefiere sufrir que la entierren viva antes que casarse con el hombre del que está enamorada, el príncipe mágico Percinet. Esta manera de ver el matrimonio corresponde fielmente a este diálogo entre la una de las preciosas de Molière y su padre:
MADELÓN.- ¿Y qué estima, padre mío, queréis que hagamos de la conducta irregular de esas gentes?
GORGIBUS.- ¿Qué tenéis que decir de ellas?
MADELÓN.- ¡Linda galantería la suya! ¡Cómo! ¿Empezar lo primero por el casamiento?
GORGIBUS.- ¿Y por dónde quieres entonces que empiecen? ¿Por el concubinato?
De más está decir que Percinet corteja a Gracieuse del modo más cortesano que sea posible imaginar.
Otra paladina de los cuentos de hadas fue Mlle. L’Héritier, cuyo cuento “Marmoisan” exhibe todas las convenciones del género, desde el marco narrativo hasta las intrigas más absurdas: un noble tiene cinco hijas y un hijo, que encarnan todos los defectos y virtudes de su tiempo. La mayor es mojigata, amargada y fea, y además le repugna la compañía de los hombres. La segunda es bonita, pero jugadora e indolente. La tercera es coqueta y frívola, rodeada por un entourage de galanes, adicta a la moda y tan despilfarradora como su hermana con problemas de adicción al juego.
Luego siguen dos guapísimos gemelos: Leonore, una morena picante, capaz de montar, tirar y cazar, noble y valiente pero obsesionada por la limpieza, y su hermano Marmoisan, igualito pero dueño de todos los defectos de las otras hermanas. La hermana menor vive encerrada en un convento desde los tres años.
Marmoisan, que se las da de seductor, trata de violar a una vecina, pero el marido de esta lo mata. Leonore se disfraza entonces de su hermano para ir a la guerra, acompañada de su hermana menor, que le sirve de paje.
El hijo del rey, a cuyas órdenes debe servir Leonor transformada en Marmoisan, es un tanto sospechoso, pues “su padre temía que cogiera el hábito de dejarse obsesionar por su favoritos”.
Por supuesto, lo primero que hace el príncipe es enamorarse del nuevo favorito. Aunque circulan los rumores de que Marmoisan es mujer, no logra probarse nada. Cuando el príncipe trata de hacer que se bañe en un río, suena en el aire una voz mágica que dice: “¡Marsoisan, mientras tú te bañas, tu padre se muere!”. Finalmente, se descubre todo el enredo y el hijo de rey se casa con su fantasía erótica, en un apoteósico final feliz, lleno de bodas entre las chicas disfrazadas de chicos y sus enamorados. Pero el cuento, a la vez feminista, queer y camp, termina con una nota moral, pues las hermanas de Marmoisan son recluidas en un convento.
El autor más famoso de la moda de los cuentos de hadas fue Charles Perrault, que mezcló en sus cuentos las voces de los grupos sociales más desprestigiados de su tiempo: los infantes y el pueblo.
En un poema contemporáneo se hacía escarnio del escritor y de su hijo Pierre, al que se le atribuían los cuentos, diciendo que, si seguía así, el joven Perrault llegaría tan lejos como el padre “en el camino del sinsentido”.
Todos conocemos los cuentos de Perrault, que van de la nota roja erótica (Barba azul y Caperucita roja) hasta las típicas fantasías cortesanas (La bella durmiente y Riquete el del copete), pasando por otros personajes crueles como el Gato con botas y Pulgarcito. Han sido y siguen siendo un surtidor inagotable de versiones, desde Mujer bonita hasta comerciales de toallas femeninas que sirven para quitarle lo rojo a la caperuza y cómics pornográficos.
Al carecer de prestigio, los cuentos de hadas le han hecho un favor a la imaginación. Expandieron los límites de la literatura al representar zonas de imaginación exuberante y subversiva y permitieron el despliegue de una libertad creativa que extiende su influencia hasta hoy.

jueves, 1 de julio de 2010

Un texto de José Joaquín Blanco sobre Las mil noches y una noche

Lectores de las Mil noches y una noche

Va de Galland y la invención del oriente mágico a Mardrús y la realidad retocada del erotismo medieval, pasando por las fuentes populares de los relatos y el feminismo involuntario se Sherezada.

http://networkedblogs.com/5mynJ

miércoles, 31 de marzo de 2010

La función autor en Caperucita roja y la invención de la tradición


Comme institution l'auteur est mort : sa personne civile, passionnelle, biographique, a disparu ; dépossédée, elle n'exerce plus sur son œuvre la formidable paternité dont l'histoire littéraire, l'enseignement, l'opinion avaient à charge d'établir et de renouveler le récit : mais dans le texte, d'une certaine façon, je désire l'auteur : j'ai besoin de sa figure (qui n'est ni sa représentation, ni sa projection), comme elle a besoin de la mienne.

Roland Barthes, Le Plaisir du texte, 1973
Un mythe n'est pas objet de discussion: il vit ou ne vit pas. II ne fait pas appel en nous a la raison, mais a la complicite.

André Malraux, Préface à L’Amant de Lady Chatterly, 1932

TABLA DE MATERIAS

Introducción
1. El poder de la sangre. Versiones actuales de “Caperucita roja
2. El cuento al microscopio. De Perrault a Grimm
3. La relativa universalidad del cuento. Psicoanálisis de “Caperucita roja”
4. Striptease, antropofagia e historia. El contexto del cuento popular
5. Zonas de sombra en el Siglo de las Luces. Relatos franceses de tradición oral y
cuentos de hadas literarios.
5.1. Tradición universal de los cuentos
5.2 La moda de los cuentos de hadas
6. “Caperucita roja” en el corpus de cuentos atribuidos a Perrault y las
características generales del género del cuento maravilloso
7. Los Perrault. El problema de la atribución como recurso literario
8. Cuentos para adultos, cuentos para niños. Lectores, intérpretes y usuarios del
cuento y de los cuentos de Perrault
9. Las variantes canónicas del cuento frente al uso
10. La “función autor”. Perrault como instaurador de discursividad
11. Perrault frente a la tradición. ¿Sería el genio un genio sin un nombre?
Conclusiones
Bibliografía general
Versiones de “Caperucita roja”
Bibliografía indirecta y complementaria
Apéndice 1
Apéndice 2

INTRODUCCIÓN

Introducción
En 1968, Roland Barthes marcó la crítica contemporánea al afirmar que el
autor como origen de un texto estaba muerto. El mismo año, Michel Foucault
propuso sustituir la figura empírica del autor con una función ubicada en el
interior del discurso. Desde entonces, la necesidad de exhumar el sentido profundo
de un texto dio paso con frecuencia cada vez mayor al comentario sobre lo que dice
el texto mismo. Sin embargo, en 1968 apareció también un estudio enorme y
completo de Marc Soriano, titulado Los cuentos de Perrault, erudición y tradiciones
populares, que intentó probar definitivamente que Charles Perrault era autor de los
cuentos que se le atribuyen, por medio del estudio de su historia personal.
El asunto de la atribución de la autoría sigue vigente hasta nuestros días, y
el propósito principal de este trabajo es mostrar que el estudio de los Cuentos ha
soslayado una perspectiva crítica más eficiente al ignorar el tema de su autor como
una función discursiva del libro, debido al peso simbólico que Perrault tiene en la
cultura francesa.
Los cuentos atribuidos a Perrault están increíblemente arraigados en el
imaginario colectivo occidental y son una entidad viva y en movimiento en la
cultura mundial. Al leerlos, nos causan una mezcla de reconocimiento inmediato y
extrañeza especialmente problemática y fascinante.
Si “Cenicienta" es el cuento más querido del mundo (o al menos el que más
versiones registradas suma), “Caperucita roja”, devorada o rescatada, objeto de
burla o ejemplo de los peligros de la desobediencia, en las versiones literarias o en
películas, en poemas y anuncios comerciales, sigue siendo el más reconocible.
La historia de una niña que lleva por el bosque un bocado a su abuela y
termina siendo el bocado de un lobo ha servido de inspiración, en distintas épocas,
para innumerables variantes en la cultura de todos los niveles, desde panfletos de
propaganda fascista hasta cómics pornográficos, desde películas que abordan la
licantropía y los asesinos seriales hasta juegos de video.
“Caperucita roja” también ha generado estudios sobre la historia de las
mentalidades en el Antiguo Régimen1, la historia cultural europea y la creación
histórica de la infancia como estado distinto a la adultez2 , la literatura para niños3
y el papel de los cuentos en la formación de la psique infantil4, entre muchos otros.
Las razones que hacen de los cuentos populares sujeto de interpretación,
uso y reescritura constantes5 se exacerban gracias a la simplicidad y atractivo
iconográfico de “Caperucita roja”, que ha protagonizado infinidad de
reinvenciones, todas ellas curiosamente comprensibles, aun si están basadas en
presupuestos teóricos totalmente ajenos al cuento como se publicó por primera vez
en Francia en 1697 y como se ha presentado en las principales versiones escritas del
relato.
1 Robert Darnton, La gran matanza.
2 Jack Zipes, Les contes de fées.
3 Marc Soriano, Les Contes de Perrault.
4 Bettelheim, Bruno, Psicoanálisis de los cuentos.
5 Este análisis está basado, en gran medida, en el texto de Valentina Pisanty Cómo se lee un cuento popular.
Se ha dicho que esta narración, antes de ser un cuento literario, era un
violento cuento popular de advertencia contado por los campesinos franceses
desde tiempos inmemoriales6. El historiador Robert Darnton utilizó ese relato de
tradición oral como documento de interpretación de la realidad histórica del
Antiguo Régimen. Siguiendo a Darnton, en nuestro cuentro, así como en otros de
la época, nos aproximamos a una visión de un mundo donde los niños no eran
inocentes y conocían de cerca la sexualidad, la miseria y la muerte, un mundo
donde la familia era un entorno de lucha por la supervivencia y la buena conducta
no justificaba ni determinaba el final feliz.
Sin embargo, ese cuento popular fue adaptado en Francia en 1695, para
ceñirse a los modelos de los cuentos que se contaban en la corte7. Si bien perdió
algunos de sus rasgos más crudos –sobre todo para oídos acostumbrados a las
conversaciones de salón de la época–, conservó la esencia y la forma que lo
definían. También adquirió un detalle, la caperuza encarnada de la protagonista,
en plena consonancia con las características típicas del cuento popular, que se
convirtió, a partir de entonces, en su nombre así como en su rasgo más reconocido
e identificado.
El signatario de las Historias o cuentos de antaño (Histoires ou contes du temps
passé), el libro de cuentos donde apareció por primera vez “Caperucita roja”, era
Pierre Perrault Darmancour, de 19 años en la época de su publicación (1697) y que
6 Delarue, Paul, Le conte populaire français.
7 Introducción de Collinet a los Cuentos de Perrault, que se usa aquí para las citas del texto. En adelante se
citará esta edición como Perrault-Collinet, Contes.
murió en 17008. Pero aun antes de que el texto se publicara, se había empezado a
hablar de la autoría de facto diferente, aunque jamás comprobada a cabalidad, de
su padre, Charles Perrault. Funcionario cultural de la corte de Luis XIV, Charles
era un autor conocido en su época por la querella de los Antiguos y los Modernos9,
en la que él defendía a los últimos. De hecho, esa polémica con Boileau surgió a
partir de la presentación del poema laudatorio de Perrault El siglo de Luis el Grande
(1687).
Charles Perrault era autor de muchas otras obras, como el poema El Espejo
de Orante (1661), el poema La pintura —sobre esa arte (1668)—, algunos poemas
cristianos (como una Epístola cristina sobre la penitencia de 1683) y los cinco tomos
del Paralelo de los antiguos y los modernos (de 1688 a 1697), que en su tiempo se
contaron entre sus obras principales. Boileau, su rival en la querella, llegó a
considerarlo el modelo del perfecto ennuyeux [fastidioso], pero gracias a la fama de
los Cuentos que se le atribuyen siguió siendo conocido y publicado en los siglos
posteriores.
Las obras de Charles Perrault directamente relacionadas con los Cuentos son
(ver apéndice 2): El Laberinto de Versalles (1675, libro de fábulas, que terminan en
moralejas escritas en un estilo que es posible identificar en los Cuentos). Además,
8 Sin embargo, como se verá más adelante, la mayoría de los relatos habían sido copiados por el copista de
Perrault en un manuscrito de lujo dedicado a la hija de Felipe de Orleans y sobrina de Luis XIV, en 1695.
9 Esta querella es un tópico cultural de la civilización occidental, que consiste en la comparación de los
autores considerados clásicos con los que cada nuevo momento histórico considera modernos. Aunque sus
orígenes se remontan a la Edad Media, fue hasta la polémica entre Perrault y Boileau, en 1687, cuando se
empezó a conocer con el término citado.
publicó tres nouvelles en verso, Griselidis (1691)10, Los deseos ridículos (1693) y Piel de
asno (1695), las tres adaptaciones de relatos populares. Las tres narraciones fueron
publicadas en solo volumen en 1694. Así pues, a pesar de que la primera edición
de los Cuentos fue firmada por Pierre Perrault Darmancour, ésta fue una de las tres
ocasiones en que dicho nombre se identifica con el del autor de la obra (las otras
dos son la copia manuscrita de los Cuentos de 1695 y el privilegio de edición de los
mismos de 1696). Los Cuentos se siguieron publicando sin decir quién era el autor,
y después de la muerte de Charles Perrault, en 1703, los editores comenzaron a
adjudicárselos a él. Se publicaron a veces con Piel de asno, otras veces con Los deseos
ridículos e incluso con otros cuentos literarios de la época. Poco a poco se olvidó
que Pierre Perrault Darmancour había registrado los Cuentos y se asumió que
Charles Perrault era el autor de todos los textos, situación que perdura hasta
nuestros días.
Esto se ha explicado de muchas maneras. Las evidencias apuntan a que
Charles Perrault era probablemente el verdadero autor empírico –o por lo menos el
colaborador dominante en la redacción– de los Cuentos.
Pero, ¿por qué es importante definir de quién son los Cuentos? La
adaptación de estos relatos implicó un cambio de contexto cultural y un cambio de
contexto narrativo, al pasar de la narrativa oral a la narrativa escrita, con gran éxito
10 Esta nouvelle se basa en la que cierra el Decamerón, cuya heroína se llama Griselda, nombre traducido
como Griseldis por Petrarca en su traducción al latín de Boccaccio. El relato fue traducido al francés por
Philippe de Mezières en 1389, y el nombre cambió a Griselidis. Desde entonces, el relato se reprodujo
separado del Decamerón y se hizo muy conocido entre gente de todos los estratos sociales, integrándose en la
tradición oral y siendo también uno de los más populares de la Biblioteca Azul (Perrault-Collinet, Contes: 275
e infra, nota 43, sobre la Biblioteca Azul).
desde el punto de vista del nuevo público cortesano. El narrador que llevó a cabo
esta transformación conservó muchos rasgos del contexto anterior y de la visión
del mundo que implicaba, lo que significa que conocía y respetaba sus códigos,
además de que era muy talentoso. “Caperucita roja”, en la versión del siglo XVII,
es una obra literaria escrita por un maestro del estilo y de la lengua, capaz de
recuperar e incorporar aires anacrónicos para conformar con ellos un universo
único, completamente propio y moderno. La violencia y la ironía del cuento llegan
frescos hasta nuestros días y se imponen, como rasgos dominantes, por sobre la
idea de una literatura para niños.
El valor de Perrault como autor de los Cuentos que se le atribuyen está
claramente representado en las palabras de Jack Zipes:
El estilo narrativo de Perrault conviene al escenario, a los personajes
y a las virtudes que describe. Cada cuento está impregnado de una
atmósfera barroca y cortesana. Como estilista, Perrault cultiva el tono
simple, franco y gracioso, representativo de los elegantes giros de lenguaje
practicados en el medio burgués y en la sociedad de la corte. Su sentido de
la ironía y del humor le permite poner distancia respecto al mundo
maravilloso e incluir la gracia burlona en ciertas partes, y en particular en
las moralejas, lo que no le impedirá abogar por un comportamiento
civilizado.
Perrault consideró seriamente sus cuentos como ejemplos de la
literatura moderna en la querella que sostuvo con Boileau sobre los
Antiguos y los Modernos. Desde esta perspectiva, reunió con cuidado
modelos burgueses y aristocráticos, para demostrar hasta qué punto los
cuentos de hadas modernos podían servir para ilustrar objetivos ideológicos
y morales aceptables.
Perrault fue, mucho más de lo que él esperaba, responsable del
“aburguesamiento” literario del cuento de hadas tradicional. Fue él quien
abrió las puertas a una literatura para niños cuyo objetivo eran introducir
maneras correctas de educarlos.11 (Zipes, Les contes de fées: 43-44).
11 (Nota: he traducido del inglés y francés todos los textos necesarios y presento los originales consultados en
las notas al pie de página, salvo en el caso de los relatos, pues al estudiar términos franceses, es importante
Zipes habla del medio cortesano de Perrault, de su perspectiva como
escritor moderno y de la nueva moral burguesa expresada en los Cuentos. Pero,
¿sería posible abordar esos temas si los Cuentos carecieran de la figura del autor?,
¿sería pertinente averiguar por qué el autor eliminó las figuras y giros lingüísticos
impropios para el medio cortesano si los cuentos que se le atribuyen a Perrault no
fueran suyos?
Al analizar los Cuentos, es evidente que fueron escritos por un autor dueño
de una acusada madurez y de una gran conciencia crítica. Paradójicamente, para
imitar un cuento popular hay que saber disimular al máximo la presencia del
narrador en el relato. Por otra parte, es imposible probar de manera definitiva
quien escribió realmente el célebre libro. Así, el autor Perrault creó un discurso
ambiguo, ideológicamente poderoso pero que se escuda detrás del anonimato de
la tradición popular.
Esta ambigüedad permitió que la figura de Perrault se mantuviera vigente
cuando la moda de los cuentos de hadas pasó en Francia. Cuando llegó el
que estén en el cuerpo del texto): « Le style narrative de Perrault convient au décor, aux personnages et aux
vertus qu’il décrit. Chaque conte est empreint d’une atmosphère baroque et courtoise. En styliste, Perrault
cultive le ton simple, franc et gracieux, représentatif de ces tours de beau langage qui étaient pratiqués dans
le milieu bourgeois et dans la société de cour. Son sens de l’ironie et de l’humour lui permet de prendre ses
distances par rapport au monde merveilleux, d’inclure de la drôlerie dans certaines parties et en particulier
dans les morceaux de morale: ce qui ne l’empêchera pas de plaider pour un comportement civilisé.
Il considéra ses contes avec sérieux, comme des exemples de littérature moderne, dans la querelle qu’il
entretint avec Boileau sur “les Anciens et les Modernes”. C’est dans cette perspective qu’il prit soin de
réunir un ensemble de modèles bourgeois et aristocratiques pour démontrer combien les contes de fées
modernes pouvaient servir a illustrer des objectifs idéologiques et moraux acceptables.
Perrault fut, plus qu’il ne l’espérait, responsable de la “bourgeoisification” littéraire du conte oral
traditionnel. C’est lui qui ouvrit la voie à une littérature pour enfants dont les objectifs étaient d’introduire de
bonnes manières de les élever. »
momento, siglo y medio más tarde, de revalorar de manera científica la tradición
oral en la cultura francesa, las cualidades de los Cuentos adquirieron un nuevo
valor y su autor cobró relevancia como compilador.
Por otra parte, tanto los relatos de tradición oral como los cuentos de hadas
literarios fueron excluidos hacia los márgenes de la literatura culta y, desde allí,
volvieron a ganar, de manera soterrada, oculta, sin depender de la confirmación de
una autoridad, su capacidad de enmarcar la conciencia colectiva de cada momento
que los recrea, siempre adaptables, siempre renovados. Así, podemos
preguntarnos si la importancia del autor de los Cuentos no se hace evidente, más
que en los propios relatos, en los estudios que han suscitado en otros campos
discursivos teóricos.
De esta cuestión fundamental se derivan todas las demás: ¿a quién le
importa quién inventó la caperuza roja, si finalmente el relato se reproduce sin fin
de todas las formas imaginables, si está vivo en la memoria colectiva, como un
cuento que los niños disfrutan o temen y los adultos aprovechan como vehículo de
recreación constante? ¿Es acaso un auténtico afán de justicia literaria, de darle
honor a quien honor merece?, ¿o se trata más bien de un problema de otro tipo, de
la importancia de un determinado autor para la identidad cultural francesa?
En una época donde la teoría literaria hace ya cincuenta años comenzó a
analizar los textos sólo por lo que dicen y abandonó la idea de conocer la verdadera
intención del autor12, la figura del autor parecería ser menos relevante.
Paradójicamente, encontramos que la obra de Perrault es, debido a su autor,
objeto de crítica, estudio y publicación, como pretendo demostrar en la última
parte de esta tesis.
Entonces podemos preguntarnos una vez más, con mayor fuerza en este
caso: ¿importa quién escribe?, y finalmente, ¿los cuentos de Perrault serían para
Francia una obra literaria nacional tan genial si Perrault no fuera considerado un
genio?
En este trabajo intentaremos explorar algunos de los curiosos recorridos que
han transformado este cuento en anuncios comerciales de toallas sanitarias, de
refresco de soda o de lápiz labial, entre otros muchos usos registrados, así como
reconocer las características generales de los cuentos populares, analizar con
detenimiento las relaciones que hay entre este género y “Caperucita roja” y
finalmente abordar la relación problemática del relato con su autor.
El orden de este trabajo será el siguiente: en primer lugar, revisaremos
algunas versiones contemporáneas de “Caperucita roja”. Enseguida, abordaremos
el análisis textual detallado del cuento atribuido a Perrault, para poder entender
cabalmente sus características literarias, su lenguaje y sus relaciones con el género
12 Roland Barthes escribió sobre el tema en El placer del texto, y Michel Foucault en ¿Qué es un autor?, obra
con la que trabajaré más adelante. Para un análisis detallado del tema, se puede consultar la serie de textos del
curso de Antoine Compagnon en www.fábula.org.
del cuento popular y ver si es posible extraer del análisis respuestas sobre el origen
de los cambios en las versiones posteriores. Este análisis permitirá también
comenzar a comparar adecuadamente el texto con sus interpretaciones, usos y
reescrituras, conceptos planteados más adelante. Veremos también un recuento de
las primeras ediciones y variantes del cuento hasta llegar a la versión de los
hermanos Grimm.
Después, analizaremos algunas lecturas de nuestro relato desde el
psicoanálisis, la historia de las mentalidades del Antiguo Régimen y la historia del
cuento popular, y observaremos su posición en la historia literaria y en el folclor a
través de los cambios ocurridos en las distintas versiones. Luego enunciaremos
cuáles son las características de los cuentos populares en general y su presencia en
“Caperucita roja”. Enseguida estudiaremos el problema de la atribución de los
Cuentos como recurso literario, el cambio de destinatarios del cuento popular y del
cuento literario según el trabajo de Valentina Pisanty13, y observaremos su relación
con las nociones de Umberto Eco de interpretación, uso y reescritura de un texto14.
En este punto examinaremos las interpretaciones, usos y reescrituras derivados
de las versiones canónicas de “Caperucita roja”. Posteriormente nos detendremos
en la noción de la “función autor” según Michel Foucault15 y cómo se aplica a
nuestro texto, es decir, cómo se manifiesta el autor en el discurso de “Caperucita
13 Pisanty, Valentina, Cómo se lee un cuento.
14 Eco, Los límites de la interpretación.
15 Foucault, ¿Qué es un autor?
roja” y, a partir de este análisis, la importancia que tiene Perrault como instaurador
de discursividad.
Finalmente, plantearemos el cuestionamiento sobre el papel del autor de los
Cuentos de Perrault en la configuración de un discurso nacional como lo plantea
Eric Hobsbawm a partir de su concepto de invención de la tradición16.
16 Hobsbawm, The invention of tradition.